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1 ENERO 2021
ALIMENTACIÓN Y NUTRICIÓN
Los alimentos son sustancias, en general naturales, que necesitamos ingerir para mantener la salud y la vida.
Por tanto, la alimentación será la serie de actividades que nos sirven para conseguir esos alimentos, actividades que, desde el punto de vista más amplio, pueden ir desde ganar dinero o ir a la compra hasta cocinar y comer.
Por otra parte tenemos el concepto de nutrición, que sería el conjunto de procesos que comprende la digestión de los alimentos, la absorción de sus componentes, la utilización de los mismos por los tejidos y la eliminación de residuos.
Y de todo esto podemos deducir unas diferencias claras entre alimentación y nutrición (mucha gente cree que son lo mismo) y estas diferencias son que la alimentación es un proceso voluntario y consciente y, por tanto, educable, mientras que la nutrición, es decir, lo que ocurre una vez que el alimento es deglutido, sería un proceso involuntario e inconsciente, y por lo tanto no educable.
Así que la nutrición, no educable, es consecuencia directa de la alimentación. Luego al educar en alimentación, lo que hacemos es influir directamente en la nutrición de las personas.
Nuestros hábitos de alimentación están determinados por numerosos factores a los que estamos supeditados desde nuestra infancia. De hecho, nuestros hábitos alimenticios, la preferencia por determinados alimentos y la aversión hacia otros, se suelen establecer durante la infancia.
Y como estamos diciendo que los hábitos respecto a la alimentación se establecen a una edad temprana, sería muy conveniente acostumbrar a los niños a una dieta variada, por lo que es preciso enseñarles los conocimientos esenciales de nutrición desde los primeros niveles educativos, tanto en casa como en el colegio.
Además de servir para que se alimenten mejor, contribuiríamos a evitar que el día de mañana sean víctimas de los errores y peligros que encierran muchos de los regímenes e informaciones a los que nos vemos expuestos.
La prevalencia de la obesidad entre los niños y los adolescentes va en aumento en todo el mundo.
La obesidad puede afectar a la salud de los niños, a su nivel educativo y a su calidad de vida. Los niños con obesidad tienen muchas probabilidades de seguir siendo obesos en la edad adulta y corren el riesgo de sufrir enfermedades crónicas no transmisibles como son la diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares
Muchos niños crecen actualmente en un entorno obesogénico que favorece la ingesta calórica elevada y el sedentarismo. Por ello una de las estrategias contra la prevención radica en fomentar buenos hábitos alimenticios en el entorno familiar y social.
Vivimos en una vida tan ajetreada (colegio, actividades extraescolares…) que recurrimos a la comida rápida. Y no solo hablamos de restaurantes Fast food, sino del conjunto de alimentos que compramos y tenemos en casa y que por una parte nos “facilitan” la vida, pero por otra ponemos al alcance de nuestros hijos alimentos llenos de grasa y azúcar (pizza, bollería industrial).
Muchos padres utilizamos los aparatos electrónicos para distraerles mientas comen, un pésimo habito, no solo para la alimentación sino también para las normas básicas de educación. Algo tan sencillo como no levantarse de la mesa mientras se está comiendo ayuda a disminuir el riesgo de obesidad. Importante mencionar la alta relación entre la obesidad y el televisor ya que los niños comen con más ansiedad y de manera compulsiva, sin pensar en lo que están ingiriendo. Y sin olvidar que perdemos una ocasión para preguntarles sobre las actividades del día y charlar tranquilamente sobre nuestras vidas.
Muchas veces por no discutir y evitar empañar el poco tiempo que tenemos para comer, evitamos prohibir ciertos hábitos. Nuestros hijos no están preparados aún para elegir su alimentación y como padres es nuestra responsabilidad ayudarles a decidir. Con esto queremos decir que la clave no está en prohibir, por ejemplo, cenar pizza, sino controlar cuando se come y no dársela todos los días.
“Si no te acabas la verdura, no hay postre”. “Si recoges los juguetes, te compro un helado”. “¡Castigada sin postre!”. Casi todos hemos utilizados estas frases sin darnos cuenta de que con ellas enseñamos a nuestros hijos que la comida no es sólo comida, sino una gratificación (especialmente las golosinas) o un castigo (sobre todo las frutas y verduras). Esto les crea confusión y muchas veces no comen por hambre sino porque ¡cómo van a perderse su premio!
No es tarea fácil, pero vemos que, al final, todo se reduce a cambios en el estilo de vida, no tanto del de los niños sino fundamentalmente del nuestro porque, no lo olvidemos, nosotros somos los responsables de su educación también en la alimentación y el espejo en el que nuestros hijos se miran.